El Yoga es un regalo, gracias, sobre todo, a un sinfín de buscadores, videntes, anacoretas, sabios y místicos que dejaron su piel y su alma tras un conocimiento más allá de lo convencional. Gracias a la tradición que ha legado su saber de boca en boca y a través de innumerables escritos conocemos hoy día esta ciencia milenaria. Escribe Julián Peragón

Lo que en su día fueron pequeños arroyos que serpenteaban por las montañas, hoy en día se han convertido en el gran río del Yoga que avanza por la llanura de nuestras sociedades. El Yoga ha dejado de pertenecer a una región o cultura determinada para instalarse sólidamente en la mayoría de sociedades, al menos de un cierto bienestar.

En este momento crítico que vivimos, crisis ecológica, financiera, política, de valores y personal, parece que el Yoga tiene algo interesante que decirnos. Nos viene a decir a través de su práctica que el cuerpo es importante, nos atreveríamos a decir que sagrado. Que la mejor manera de mantener la salud es con una vida con ejercicio adecuado, higiene profunda, alimentación consciente y actitud relajada. Siempre nos han dicho que mejor prevenir que curar.

En segundo lugar el Yoga, a su manera, nos dice que es importante también una higiene emocional y mental. Y, para ello, hemos de asumir una ética fuerte y una filosofía muy aguda para sortear nuestros condicionamientos, creencias limitantes y visiones estrechas de la realidad.

Y en tercer lugar, nos dice que busquemos un anhelo de trascendencia en nosotros hasta descubrir que el yo social es una pequeña pieza del juego de la vida y que, más allá, está el Ser que somos.

Es cierto que dentro de este gran río del Yoga hay muchos enfoques, muchas formas diferentes de hacer, tantos recovecos, diríamos, como tiene cualquier río. Pero todo Yoga, hecho desde el corazón, con seguridad que nos lleva muy lejos hasta la misma desembocadura. No es momento de divisiones sino de confluencia.

El Yoga, como decimos, busca armonizar cuerpo, mente y espíritu pues tiene una vocación universalista. Difícilmente con el paso de los siglos el Yoga hubiera dejado alguna dimensión humana importante en la cuneta del olvido. Si tuviéramos que concretar adónde apunta la brújula del Yoga diríamos que nos abre una puerta de par en par para percibir la Realidad con mayúscula. El paisaje de la realidad requiere, es obvio, una limpieza en profundidad de las adherencias mentales que hay en el ventanal porque si no el paisaje no tendría el mismo brillo, o mucho peor, podría ser el resultado de una invención.

El Yoga nos da herramientas muy concretas para debilitar e incluso eliminar las raíces de un sufrimiento psicológico que llevamos a cuestas innecesariamente. A través de la meditación nos introduce en el arte de la observación y en la posibilidad de comprender la no-acción para ir soltando los aferramientos que nos mantienen prisioneros de las cosas y las relaciones.

La revolución que nos propone el Yoga es una transformación en cuerpo y mente, posible con una práctica estable y continuada. La tierra prometida que nos susurra el Yoga es que todo es sagrado porque todo forma parte de una unidad, aunque invisible a los sentidos, pero que certifica el alma.

Gracias al Yoga, y gracias a todos los que lo hacen posible. Om shanti.

 

Julián Peragón

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Antropólogo. Profesor de Meditación y Formador de profesores de la escuela Yoga Síntesis.

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