NIYAMA. Observancias

Si con yama tenemos muy en cuenta que vivimos en una sociedad y que es preciso cumplir ciertas restricciones en nuestras actitudes para permitir una convivencia en paz, con niyama aparece, además, la comprensión de que “el enemigo” no está sólo afuera sino también dentro en forma de resistencias, bloqueos o dudas. Aquí no está tan presente el otro (al que no hemos de herir, robar o mentir) sino uno mismo, el reconocimiento de la propia individualidad y el deber de responder adecuadamente, esto es, de ser responsables de nuestras acciones.
La partícula ni que precede a la raíz yam, significa en sánscrito: abajo, cercano, al interior. Por eso decimos que niyama es una atención hacia dentro; es decir, nuestra disciplina interna. La disciplina social da paso a una disciplina personal. Aparigraha, como último yama, hace de tránsito y pone claramente un pie en una actitud centrada, en una voluntad de ir hacia dentro. Con yama tenemos que ser buenos sociólogos para leer bien el entorno social y no andar peleándonos demasiado con las burocracias, con las ideologías o con las actitudes morales o rígidas que encontramos a nuestro paso. Con niyama, en cambio, tenemos que aprender a hacer de psicólogos y entender que el carácter del ser humano, empezando por el nuestro, es más complejo de lo que parece y puede afectar, de una u otra forma, a la solidez de nuestra práctica.


Podemos decir, como aperitivo, que no somos del todo dueños de nosotros mismos… Esto lo ponen de manifiesto nuestros errores y lapsus, nuestras pesadillas, así como los actos que realizamos de forma impulsiva, tal como nuestros enamoramientos e ideas geniales que nos alcanzan de pronto y que tampoco dependen enteramente de nosotros. No hay una sola voz interna sino muchas y, mucho más a menudo de lo que quisiéramos, éstas se encuentran en discordia. La razón se pelea con el corazón, o el instinto con nuestra intuición, o viceversa. El egoísta que llevamos dentro boicotea al altruista y el realista deja en evidencia al utópico y otras veces sucede al revés. La orografía del mundo interno tiene muchos desniveles, aunque no importa tanto si somos capaces e convertirnos en buenos “alpinistas” de esa interioridad, esto es, si empezamos a conocernos más, al menos lo suficiente para que nuestros objetivos encajen mejor con cada momento que vivimos y con los límites ineludibles que tan mal nos sientan. Evidentemente, no siempre estamos en crisis, pero niyama nos habla precisamente de como eliminar los bloqueos internos (desde los más físicos a los más sutiles) para que la capacidad de estar centrados en nuestra práctica no sufra demasiadas sacudidas.
Shaucha. Higiene. Pureza
Shaucha tiene con ver con la necesidad de purificación. Viene de la raíz shuc que significa: purificar, limpiar, lavar, quemar o brillar. De ahí que hablemos en Yoga de “estar radiante” cuando nos hemos purificado. (…)
El Yoga intenta ir más allá de la exigencia moral y comprende que la salud necesita de una higiene profunda. Con los ejercicios de purificación en Yoga limpiamos el interior de la nariz con agua y sal para drenar la mucosidad y estimular el mapa energético del cuerpo inscrito en la mucosa pituitaria; diariamente rascamos la lengua (que es un órgano emuntorio) para quitarle el exceso de secreción y facilitar la absorción de la energía vital; friccionamos las encías para fortalecerlas o miramos fijamente la llama de una vela para provocar el lagrimeo, limpiar los ojos y de paso cultivar la concentración. Son ejercicios incluidos en los shatkarma, los seis ejercicios de purificación, que incluyen también un masaje intenso del vientre para facilitar el peristaltismo; la toma de agua salada para limpiar el intestino o la absorción de agua por el esfínter y el conducto anal para limpiar los residuos recalcitrantes del intestino grueso, entre otros. Es cierto que algunos de los ejercicios que propone la tradición, se han quedado ya obsoletos pues tenemos técnicas mucho más sencillas para conseguir el mismo objetivo. (…)
No obstante, para no llevarnos a confusión, shaucha no trata meramente de limpiar el cuerpo; es una purificación mucho más integral. El practicante de Yoga a través de los ritos de purificación reconoce lo que pertenece al espíritu, siempre fiel a sí mismo (ajeno al cambio, la degradación o la contaminación) de lo que pertenece al cuerpo (siempre en proceso de cambio) y que puede tanto regenerarse como sufrir degeneración. El Yoga, desde el respeto profundo a la naturaleza que hay en nuestro cuerpo, intenta acercarse al espíritu mediante un cuidado profundo de aquél. Al igual que una barca, nuestra naturaleza debe ser periódicamente protegida para que la madera no se pudra y pueda cumplir con su función de llevarnos a la otra orilla. Es decir, nuestro cuerpo debe ser cuidado para que sea un buen soporte para la vida y expresión del Ser que somos.
Samtosha. Contentamiento. Satisfacción
Dicen que hay tres pecados básicos en la vida: querer ser más de lo que somos, querer ser menos o, simplemente, olvidarse de ser. Y en verdad estos tres pecados los aplicamos habitualmente a nuestra situación particular. No aceptamos muchas de las circunstancias que vivimos porque nos parecen demasiado, o demasiado poco. Estamos atrapados en el apego, la aversión o la desconexión.
Sin embargo, la situación que se da en este momento es la que es, independientemente de si nos gusta o no, de si es favorable o no. Esta situación precisa que estamos viviendo ahora es fruto de toda una evolución y aunque es cierto que casi siempre nos gustaría que fuese mejor, que tuviera más posibilidades, también lo es, como bien comprende la persona sabia, que es justo de la manera que ha podido ser y no de otro modo. Es lo que ha terminado siendo real. En algún momento, quizá, podamos verla como perfecta en sí misma y entender que no le sobra o le falta nada.
Samtosha viene de la raíz sam que significa plena, completa o totalmente y de tush estar contento, satisfecho, reconfortado. Y podemos interpretarlo como contentamiento, una actitud de confianza básica en la vida que nos hace comprender que nada esencial nos falta pase lo que pase. (…)
Samtosha es aceptar que nuestros deseos se pueden cumplir, pero también tener la suficiente serenidad para aceptar que no siempre se cumplirán ya que, en ese caso, nada esencial nos será quitado. Samtosha es sentir poderosamente una fuente de alegría en nuestro interior que es independiente de las circunstancias externas.
Para conquistar este gran tesoro del contentamiento hace falta una cierta capacidad de renuncia y una apuesta por la simplicidad de la vida. Nos falta la paciencia suficiente para dejar que los procesos de vida se desplieguen y den sus frutos, paciencia para escuchar las señales del espíritu en los reveses de los actos y paciencia, en definitiva, para comprobar que las necesidades son tan volubles y caprichosas como los movimientos erráticos de una ventisca. Somos tan pequeños ante la vida y, a la vez, hacemos tanto ruido que no es extraño que los dones que nos ofrece el destino pasen desapercibidos o sean ninguneados. Lo difícil no es sólo aceptar lo que está pasando en este momento, sino aceptarse a uno mismo, base de toda felicidad. Es lo que dice la tradición: con samtosha conseguimos una felicidad incomparable.
Tapas. Austeridad. Disciplina
Tapas viene de la raíz tap que significa calentar, consumir, quemar, penitencia o ascetismo. En este sentido tapas es una especie de calor interno que surge con una práctica intensa. Podríamos interpretarlo como disciplina o también como austeridad. Si la práctica de Yoga se vuelve sólida podremos movilizar suficiente energía para quemar las impurezas que nos impiden conectar con la parte ligera y sutil de nuestra naturaleza.
El problema con la disciplina es que la hemos introyectado como deber y no como pasión. Si no hay entusiasmo por lo que hacemos difícilmente nos sentiremos motivados, con la suficiente curiosidad y paciencia para comprobar adónde nos lleva la barca del Yoga. Pero, como todo buen marinero sabe, siguiendo la metáfora, hace falta dominio de los aparejos del barco y firme voluntad para atravesar vientos y mareas. (…)
Para que nuestra práctica tenga éxito, nos dice Patañjali, ésta tiene que ser permanente y presente en nuestra cotidianidad. No podemos practicar de vez en cuando, según arrecien las ganas o nos sintamos en un estado especial. La práctica es una disciplina que exige esfuerzo porque la naturaleza de la mente es inestable y tiende a la dispersión.
A veces parecemos niños caprichosos que se entusiasman unos días con un juguete pero que después, ante el aumento de la complejidad que el juego conlleva, lo dejan abandonado en un rincón. Una falta de perspectiva nos hace emprender una práctica sin la preparación adecuada y con la falsa ilusión de obtener beneficios inmediatos. Nuestros guías nos pueden ayudar a hacer aterrizar esas ilusiones y a entender que el camino que hemos iniciado es largo, aunque podemos esparcir en él, poco a poco, pequeños objetivos a nuestro alcance.
Aunque practiquemos en la comodidad de nuestra esterilla y el confort de nuestro cojín de meditación, tapas nos advierte de que la intensidad que imprimimos en la práctica es condición sine qua non para abordar con mayor entereza los reveses de la vida o las situaciones extremas. Tapas es el campo de entrenamiento.
Svâdhyâya. Auto-indagación. Estudio
Con tapas hemos movilizado la energía a través de una disciplina con apasionamiento y ahora hay que darle una dirección a esa práctica. Sí, es importante caminar hacia delante pero a la vez hay que andar alumbrando el camino para no perdernos. Svādhyāya es la brújula y el timón del barco para encontrar el puerto deseado.
La raíz sva significa uno mismo y adhyāya, estudio. Svādhyāya podemos interpretarlo como estudio de uno mismo o como auto-indagación. Todos pensamos que nos conocemos bien, no en vano estamos veinticuatro horas al día con nosotros mismos; sin embargo, a la vista de los equívocos que salpican cotidianamente nuestra vida, tal vez tendríamos que empezar a dudar de la veracidad de esa percepción. (…)
Svādhyāya es la toma de conciencia de la existencia de uno mismo. Y claro, ese uno mismo se puede mostrar tanto como un puente o como un obstáculo. La primera comprensión es muy básica, somos básicamente un punto de vista. No vemos ni sentimos lo mismo si estamos en el fondo del valle que en la cima de la montaña, nuestra realidad está filtrada por gustos y por creencias, por miedos y como no, por ilusiones. Darnos cuenta de que ese punto de vista está condicionado es el principio de la liberación.
Svādhyāya es darnos cuenta de que el carácter es una estructura de supervivencia emocional y cognitiva que amortigua ese dolor primario fruto de la carencia afectiva y del reconocimiento necesario. Nuestra vida es como un lienzo hecho a retazos de impresiones y sensaciones, un lienzo que se construye desde aquello que imitamos y que evitamos; que se pinta con nuestras pasiones y sueños, con las ilusiones que nos llenan y también con todas aquellas cosas que se nos quedan fijadas. Así pues, la función de esta auto-indagación es, en primera instancia, desenmascarar al ego que se apoya en un carácter y en un temperamento demasiado rígido y acercarnos a lo más esencial de nosotros mismos como si ahí pudiéramos descubrir nuestro rostro más genuino, justo detrás de todas las máscaras sociales o personales que nos hemos asignado. (…)
Con svādhyāya se levanta el velo de la ignorancia y aparece la intuición fecunda. Pero es necesario hacer lo que el viejo de la montaña: asegurar cada paso con el bastón de la prudencia e iluminar con la lámpara de la sabiduría el camino desconocido. Está claro que sabiduría no es erudición sino destilación de la experiencia. A través del recogimiento, en la escucha profunda del silencio, bajo la contundencia de la reflexión templamos y afilamos la espada del discernimiento, fruto de la verdadera inteligencia. Lo importante es no perder la orientación del camino. En estos tiempos de crisis personal y colectiva no podemos permitirnos el lujo de perdernos en los meandros de nuestros anhelos o en el tiovivo de nuestras experiencias: necesitamos ser más eficaces.
Svādhyāya es la necesidad de evaluar y revisar los avances que hacemos en el camino ya que es importante no dar nada por sentado, al menos en lo que se refiere a uno mismo. La verdad que descubrimos es un proceso vital que se da en cada instante y serpentea, al igual que todos los caminos.
Îshvara-pranidhâna. Devoción. Meditación en la divinidad
En realidad no basta con mover la energía con una disciplina intensa y darle un sentido profundo desde la indagación; es necesario que todo el proceso de purificación, crecimiento personal y trascendencia tenga corazón. Es evidente que el corazón es un símbolo de centralidad, pues es la bomba sanguínea que impulsa todo el sistema. No obstante, hay un corazón más allá del órgano físico donde dicen que descansa, como si fuera su propio hogar, el alma. (…)
Si nuestra práctica y nuestro estudio han sido hechos con constancia y entrega algo tiene que despertarse en el corazón. Hemos fortalecido nuestra voluntad con tapas y hemos afinado nuestra inteligencia con svādhyāya, pero hace falta algo más. Ese algo es una forma de piedad, de compasión o de benevolencia como gesto esencial en la existencia. Tapas nos puede dar mucho poder mientras que svādhyāya puede proveernos de mucho conocimiento, tal y como hemos ido desplegando en las páginas anteriores. Y lo que, de entrada, podría parecer una ventaja, a la larga puede convertirse en un obstáculo. Es necesario poseer una balanza donde los éxitos y los fracasos sean vistos con total ecuanimidad. Qué duda cabe que el corazón es el elemento fiel de la balanza que, con un criterio profundamente amoroso, permite relativizar nuestras proezas al insertarnos dentro de una totalidad. No olvidemos que la verdadera fuerza reside en permanecer serenos tanto en el éxito como en el fracaso. (…)
Īshvara-pranidhāna nos recuerda que hemos de aceptar nuestra fragilidad dentro de la inmensidad del universo, pues somos evidentemente una gota de agua, un pequeño eslabón de una cadena infinita. Esto significa que todas las preguntas no serán respondidas, ni sabremos todos los resquicios del destino, ni podremos descorrer todos los velos del misterio. Somos pequeñez y nuestra grandeza es admitir lo que somos. No podemos hacer otra cosa que aceptar la realidad y ello no significa resignación o debilidad, sino celebración y veneración a una inteligencia superior, la llamemos como la llamemos.
Por otro lado, pranidhāna nos habla de ofrenda o plegaria pero también de meditación constante. Este concepto nos obliga a tomar tierra, a posar en el suelo cualquier mística y hacerla carne. Todo lo que hemos conquistado no es nuestro, y no es nuestro porque hace tiempo ya que la firmeza de una identificación individual se fue desmenuzando. Es ese el lugar donde la pequeña voluntad se inclina ante la gran voluntad, el pequeño rostro se refleja en el gran rostro o, en otras palabras, el microcosmos se muestra en consonancia con el macrocosmos. Esa apertura hay que entenderla como una inspiración ante lo divino.
Ofrecer los frutos de nuestras acciones a los pies del Señor o la meditación constante en la divinidad, si nos ceñimos a la interpretación más clásica de Īshvara-pranidhāna, es el camino hacia la desidentificación que tanto sufrimiento nos provoca y es también una vía segura hacia la humildad.

La Síntesis del Yoga

Los 8 pasos de la práctica

Julián Peragón

Ilustración: Eva Veleta

Editorial Acanto

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Antropólogo. Profesor de Meditación y Formador de profesores de la escuela Yoga Síntesis.

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