En el Tarot están representados todos los viejos mitos que ha generado la humanidad y los arquetipos que habitan nuestro inconsciente colectivo, a fin de que, engarzados en un fino hilo, tomen sentido e iluminen estratégicamente parte de ese camino que es más que un símbolo de vida.
El Tarot es un misterio, porque el ser humano siempre será el mismo enigma y su laberinto interno transcurrirá por las mismas imágenes, por las mismas fijaciones, por la fuerza de los arquetipos y por la fantasía de los mitos. Todo ello, sabiamente engranado en imágenes sencillas, que en el Tarot van desde el primer arcano, El Mago, hasta el XXI, El Mundo, mientras por sus lindes deambula un Loco a punto de quitarse la venda de los ojos y ver. En la tradición, «el que ve» es el sabio o chamán que ha penetrado más allá del velo de la ignorancia. El loco somos cada uno de nosotros que llevamos un atado a la espalda con nuestros prejuicios y nuestras necesidades, un gran fardo que pesa y nos impide ver el precipicio al que nos dirigimos.
Desde siempre el ser humano ha necesitado respuestas para sus dudas, duelos y para las incertidumbres del destino; ese caudal de vida lo ha proyectado a las estrellas, a los dioses, a sus batallas. En el Tarot el hombre proyecta un diagrama de símbolos que intenta plasmar la complejidad de este universo en el que estamos insertos y darle una comprensión más humana. De hecho, lo que está en juego en el Tarot son los problemas que siempre han acosado al ser humano y su necesidad de transmutarlos: el amor, la justicia, la muerte, la fe, la soledad, el triunfo, la fuerza, la ley, el mundo. Todo eso podemos encontrarlo en el Tarot, porque, como podéis sospechar, en realidad el Tarot es un espejo.
Por otra parte, los mitos insinúan algo que reside en las capas más profundas de la mente humana. Puesto que el mito no hace referencia a ningún momento histórico-está mas allá del tiempo y engloba todos los tiempos, esto es, pertenece a la categoría de la eternidad-, reproduce y actualiza la misma esencia del conflicto humano. Por así decir, cada ser humano inaugura desde que nace hasta que muere todos los mitos. Las hazañas y proezas de los héroes mitológicos representan aquellas otras proezas en las que nuestros deseos, pasiones y sueños se debaten.
El símbolo es el elemento que permite el tránsito de ese universo subterráneo a la luz de la consciencia; todo símbolo es un puente que recoge esos contenidos inconscientes que pujan y batallan en la oscuridad y los hace transitar a la otra orilla, donde espera una realidad más amplia y consciente. El valor del símbolo reside en el conjunto de estímulos que desencadena a nivel subconsciente. La elevación de una catedral, par poner un ejemplo, la luz tamizada de sus vidrieras las representaciones religiosas, el altar, la reverberación de un cántico y hasta el olor a incienso forman parte de una construcción simbólica que arrastra la globalidad del individuo hacia un estado de paz e interioridad, sin que se sepa exactamente por qué ocurre de ese modo. De ahí que el Tarot no tenga un lenguaje lógico y racional, pues se dirige con la fuerza de las imágenes a esa otredad que nos vive.
Julián Peragón