Calma (lago)
A la postre, lo que cosechamos en esta etapa, dentro de esta dimensión anímica, es calma, calma profunda. Una calma que no proviene de este mundo, que va mucho más allá de la ausencia de estrés y de preocupaciones. Es extraordinario ver la transparencia del agua cuando no está agitada, el fondo del lago cuando la superficie está tranquila. La mente, ya lo hemos dicho, es como un lago cuyas aguas quedan impregnadas por las estelas que dejan nuestros actos. Plástica, impresionable, voluble, la mente lo capta todo, lo absorbe todo, lo digiere todo, aunque sea desde el fondo de su inconsciente. Cuando conseguimos frenar el viento que la agita, poco a poco las aguas mentales vuelven a su remanso; cuando conseguimos fijar la mente en un punto, en un objeto, entramos en esa calma profunda.
Pero es bueno recordar que no es tanto la calma en sí la que nos interesa, como la visión que ésta posibilita. El Testigo, el Alma o el Ser, como queramos llamarle, no puede sino mirar a través de la ventana el paisaje de la realidad. La transparencia de la ventana se vuelve imprescindible, así como la purificación de la mente. Hasta que la piedra sea piedra, hasta que la lluvia sea sólo lluvia, sin añadidos, sin juicios ni valoraciones, sin preferencias, no podemos dejar de limpiar el cristal y apaciguar la superficie del lago mental.
Meditación Síntesis. Julián Peragón. Editorial Acanto