Purificación (lluvia)
Maravillosamente, tarde o temprano, el cielo hace el amor con la tierra a través de una lluvia fecundante. La nube se licúa y la tierra se embebe, el cielo oscuro se clarea mientras que la tierra reverdece. El ciclo de la vida se pone en marcha: agua y tierra, viento y sol amasan cada semilla, la nutren, la riegan, la caldean y la ventilan.
Cuando recorremos meticulosamente nuestro cuerpo de arriba abajo, por delante y por detrás, también asistimos a una lluvia purificadora. Acompañada de respiración, nuestra intención desincrusta, arrastra y limpia tensiones, dolores, inflamaciones… Con nuestro bisturí mental, deshacemos un traje reseco y encorsetado para colocarnos otro nuevo, flexible y permeable, sensible y placentero.