Viveza (flor)
Con la primavera estalla la vida, dejando atrás el riguroso invierno. En ese estallido, cada flor, grande o pequeña, roja o amarilla, se mira en la corona solar que también está repleta de pétalos de luz. Nuestras casas y nuestros jardines están salpicados de flores, y en cada rito y acto social las flores hablan con un lenguaje que ni siquiera los humanos podríamos imitar. Pero lo importante de las flores no es la armonía y belleza de sus formas, sino cómo nos facilitan la presencia cuando estamos delante de ellas y el recuerdo incontestable de que somos flores humanas que tenemos que llegar a florecer.
En su fragilidad, cada flor nos señala que tenemos que aprender a florecer con apasionamiento, pero también aprender a marchitarnos con la dignidad del que lo ha dado todo. En cada meditación, a través de recorridos corporales, siguiendo cada articulación y cada músculo, buscamos la viveza del cuerpo como si pudiéramos superponer a las zonas duras y tensas un pétalo tras otro, delicado, sensible y tierno.