Las religiones representan caminos diferentes que convergen en un mismo punto. Poco importa que nuestros caminos no sean los mismos, con tal que alcancemos el mismo fin. La verdad es que hay tantas religiones como individuos.

Si un hombre llega al corazón de su propia religión, se encuentra por eso mismo en el corazón de las demás religiones.

Mientras existan diversas religiones, es fácil concebir que cada una quiera tener un conjunto de símbolos que la distinga de las otras. Pero hay que rechazar esos signos distintivos, cuando se hace de ellos verdaderos fetiches o se utilizan para pretender que las demás religiones son inferiores.

Después de un estudio y una experiencia profunda sobre esta cuestión, he llegado a las siguientes conclusiones: 1) todas las religiones son verdaderas; 2) ninguna está totalmente libre de errores; 3) todas las demás me son casi tan queridas como la mía, en la misma medida en que nuestro prójimo debería sernos tan querido como nuestros propios parientes. Siento tanta veneración por la fe de los demás como por la mía. Por consiguiente, no puedo pensar en convertirme.

Dios ha creado diferentes religiones, lo mismo que ha creado a sus adeptos. ¿Cómo podría entonces en mi interior pensar que la de mi vecino es inferior y desear que se convirtiese a mi religión? Si soy realmente un amigo leal, lo único que puedo hacer es rezar para desearle que viva perfectamente de acuerdo con su propia fe. En el reino de Dios hay diversas moradas, y todas ellas son santas.

Que nadie tenga miedo de que se debilite su propia fe por entregarse a un estudio respetuoso de las demás religiones. La filosofía hindú ve fragmentos de verdad en todas las religiones y nos manda que las respetamos a todas. Es lógico que esto presupone que se tenga la misma actitud con nuestra propia religión. No e posible atentar contra ella, estudiando y admirando a las demás religiones. Se trataría, más bien, de extender a las otras religiones la consideración que uno siente por la suya.

Mejor que acudir a las palabras, dejemos que nuestra vida hable por nosotros. Dios no llevó la cruz hace 1900 años, una vez para siempre. Todavía hoy, día tras día, muere y resucita. Sería muy pobre consuelo depender de un Dios histórico que murió hace 2000 años. Por tanto, no prediquéis al Dios de una época, sino al que vive hoy en vosotros.

Desconfío de los que proclaman su fe a los demás, sobre todo cuando pretenden convertirlos. La fe no está hecha para ser predicada, sino para ser vivida. Entonces es cuando se propagará por sí misma.

El conocimiento de las cosas de Dios no se encuentra en los libros. Pertenece al terreno de la experiencia vivida personalmente. Los libros son, todo lo más, una ayuda; a veces son un obstáculo.

Estoy convencido de que todas las grandes religiones del mundo son fundamentalmente verdaderas. Son otros tantos como dones que Dios nos ha hecho y que creo necesario para aquellos a los que han sido reveladas. Creo igualmente que, si pudiéramos leer las escrituras de las diversas religiones, abrazando en cada ocasión los puntos de vista de sus adeptos respectivos, veríamos que son fundamentalmente idénticos y se completan de forma maravillosa.

La creencia en un solo Dios es la piedra angular de todas las religiones. Pero no creo yo que algún día, prácticamente, todas ellas lleguen a ser una sola. Teóricamente, si Dios es uno, nada se opone a que haya una sola religión. Pero en la práctica no he encontrado nunca a dos personas que tengan una concepción idéntica de Dios. Por consiguiente, siempre habrá tantas religiones como temperamentos y variaciones climáticas.

A mi juicio, todas las grandes religiones del mundo son verdaderas en diversos grados. Son más o menos verdaderas porque, al ser imperfectos los hombres, comunican sus insuficiencias a todo lo que tocan. La perfección es un atributo que pertenece exclusivamente a Dios. No es posible describirla; es intraducible. Pero estoy convencido de que todo hombre puede llegar a ser perfecto, incluso tan perfecto como Dios. Todos hemos de aspirar a esta perfección, pero una vez alcanzado este estado bienaventurado, es imposible definirlo. Por consiguiente, con toda humildad, he de reconocer que hasta los Veda, el Corán y la Biblia, representan la palabra de Dios, pero de un modo imperfecto, hundidos en todos los sentidos entre mil pasiones, nos es imposible comprender perfectamente la palabra de Dios, incluso bajo es forma incompleta que nos ha dado a conocer.

No creo que los Veda hayan sido los únicos textos que Dios ha inspirado. Estoy seguro de que esa misma inspiración divina se encuentra también en la Biblia, en el Corán y en el Zend Avesta. Mi fe en las escrituras hindúes no me lleva ni mucho menos a creer que cada palabra y cada frase hayan sido inspiradas por Dios… Me niego a sentirme ligado por una interpretación que repugne a la razón o a la moral, aun cuando los exégetas la juzguen irrefutable.

Mahatma Gandhi
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Antropólogo. Profesor de Meditación y Formador de profesores de la escuela Yoga Síntesis.

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