La Doma del Toro (buey o búfalo). Las diez etapas del despertar
Descalzo y con el pecho al descubierto, me mezclo con la muchedumbre.
Mis ropas son andrajosas y polvorientas, y siempre mantengo la placidez.
No uso magia alguna para prolongar mi vida;
Ahora, ante mí, los árboles muertos aparecen vivos.
Comentario:
Adentro, tras mi puerta, mil sabios no me reconocen.
La belleza de mi jardín es invisible.
¿Por qué deber uno busca las huellas de los patriarcas?
Voy al mercado con mi odre de vino y regreso a casa con mi báculo.
Visito la bodega y el mercado, sobre quienes poso mi mirada, se convierten en iluminados.
• Llegas a la plaza del mercado como si fuera tu casa. Adónde vayas echas raíces. Cada sitio, cada momento es tu tiempo. Y ese estar en tu sitio es la fuerza con la que haces milagros sin pretenderlo. El mercado es el símbolo de la vida. Puede que te hayas retirado al silencio de las cumbres pero eso es muy fácil, lo difícil es estar en medio del mercado, del perder y del ganar, de la lucha y la injusticia, y permanecer con la más completa ecuanimidad.
Es como el danzarín que danza plegado al acorde musical que suena. No se apega a ningana estrofa, baila libre con lo que suena. Es el sabio que ya no se apega, es el loto cuyas raíces están en el fango pero mantiene su noble blancura ante la luz del día.
Llegas al mercado como cualquier campesino. Nadie se fijaría en ti en ninguna cualidad santa, más bien pareces un vagabundo, un loco feliz pero la calidez de tu mirada pacífica disuelve todo temor; tus verdades sencillas ilumninan las mentes; tu escucha amorosa purifica los corazones.
No sigues las enseñanzas, no buscas ya verdades, no sigues el camino de los patriarcas porque eres libre, porque no estás condicionado, porque puedes elegir.