LA EVOLUCIÓN EN ESPIRAL
C. W. Graves aventuró que las sociedades humanas planetarias podían estar evolucionando por sí solas. ¿Cuál es la base de esa idea y cuál el significado de cada persona en ese contexto?
La teoría que permite reconciliar los enfoques de la naturaleza humana y de la madurez psicológica fue elaborada por el psicólogo americano y profesor Clare W. Graves en los años 60 del siglo pasado. La llamó Teoría de la Emergencia Cíclica de los Niveles de Existencia. Graves pensaba que nuevas conexiones neuronales dinámicas se unían automáticamente en el cerebro humano como respuesta a la evolución de las estructuras de las sociedades planetarias. Esta teoría influyó a un buen número de personalidades tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo, entre las cuales figuran el ex presidente Bill Clinton.
“En los años 80 del siglo pasado, las investigaciones de Graves fueron retomadas y completadas por dos de sus antiguos estudiantes, Don Beck y Chris Cowan, que llamaron al modelo ‘Dinámica Espiral’ (Spiral Dynamics©). La idea principal es que desde hace 100.000 años las sociedades humanas han ido evolucionando siguiendo no una línea recta, sino una espiral. Esa evolución describe un movimiento inexorable hacia una mayor complejidad, que se desarrolla a modo de una curva que se enrolla alrededor de un eje central, volviendo a pasar periódicamente por encima de los mismos puntos, pero en un plano superior.
“Graves observó que los humanos y sus sociedades evolucionan interactuando. No partimos pues de una espiral sino de una doble hélice cuya rama izquierda representa la evolución de la sociedad (condiciones de vida, entorno) y la rama derecha la evolución del individuo (biología, neurología, fisiología), estando ambas ramas indisociablemente vinculadas.
Así pues ¿se produce una evolución conceptual individual y colectiva, que sería explicada por las espirales?
El profesor Graves utilizó el término ‘sistema de valores’. Esta noción designa un conjunto de conceptos, ideas y valores a los que se adhieren un individuo o grupo de individuos (etnia, empresa, grupo religioso o nación) y que proporcionan una cierta idea de la realidad; inducen ciertas maneras de ver, concebir y pensar. Constituyen una especie de ‘filtro’ a través del cual se percibe lo que constituye nuestra realidad. A principio de la década de 1960, Graves determinó ocho sistemas de valores, ocho tipos de estructuras ambientales vinculadas con ocho tipos de estructuras mentales. Años después Don Beck y Chris Cowan asociaron unos códigos de color a esos diferentes sistemas de valores para facilitar su estudio.
¿Cuál es el factor fundamental que nos puede permitir escapar de los problemas globales que nos aquejan?
Según la teoría de la Dinámica Espiral, nos encontramos actualmente en el código naranja. Los cerebros europeos de los años 1700 permitieron la aparición de la lógica matemática, el sentido del ritmo, el sentido lineal; todo aquello que ha hecho posible la lógica científica, la cuantificación y la medida. Las turbulencias que estamos atravesando como sociedad son características del lado negativo del código naranja. Aunque ese código estimula la iniciativa, la creatividad y la libertad de pensamiento, a veces lo hace sin límites. En tal caso sus efectos negativos son proporcionales a sus efectos benéficos: devastación medioambiental, capitalismo salvaje, industrialización desenfrenada, urbanización galopante… Sin embargo los valores vehiculados por el código naranja, cuando están bien delimitados y son vividos con mesura, pueden permitir encontrar las soluciones necesarias para salir de la situación provocada por sus excesos. En el plano individual, las personas que funcionan con sistemas de valores naranja son emprendedoras, enérgicas, con inventiva y entregadas a la acción, cualidades que resultan muy útiles en numerosas situaciones individuales y colectivas.
“Sin embargo los nuevos desafíos planteados por la sociedad actual necesitan de una nueva forma de ver las cosas, de un nuevo tipo de liderazgo, indispensable para abordar la aceleración de un mundo en constante evolución. A todos los niveles, quienes toman decisiones ya no pueden dedicarse a ‘resolver problemas’; este enfoque resulta demasiado fragmentado. Las olas dinámicas de cambio requieren para el futuro un nuevo modo de pensar que anticipe el cambio, para que aquello que parece ser problemático en el horizonte pueda ser transformado en oportunidades de prosperidad y crecimiento. Esto es válido para todos los sectores que componen nuestra diversidad social (la empresa, la economía, la política, la medicina, las terapias alternativas, la comprensión del ecosistema planetario…). La nueva visión tiene que abarcar, a la vez, las necesidades de la persona, de la empresa y de nuestra sociedad multicultural.
UNA NUEVA FORMA DE PENSAR
Ud. ha afirmado que actualmente el ritmo de evolución de la sociedad es más rápido que el del individuo. También ha afirmado que este mundo es demasiado complejo para ser pensado por el hombre. Entonces ¿cómo podemos encontrar la salida?
Efectivamente, hasta ahora las sociedades habían sido menos complejas que el hombre, y hoy en día ya no es así. Por definición, un sistema complejo no puede ser controlado por uno de menor complejidad; por ello, no estaríamos en condiciones de controlar la sociedad en la que vivimos y que hemos creado. A menos que seamos capaces de inventar un nuevo modo de pensar, en el que intervengan no solo nuestros habituales procesos cognitivos sino también otros procedimientos. Un modo de pensar que transcienda los límites normalmente admitidos de nuestras conexiones neuronales. Un modo de pensar que escape de la reflexión lineal para sumergirnos en un mundo de posibilidades infinitas. Una arquitectura de pensamiento capaz de favorecer la emergencia de un nuevo tipo de decisiones colectivas, que permitan hacer frente a los retos inéditos del mundo venidero. Ya existen los gérmenes de ese nuevo modo de pensar, aunque todavía sean pocos. En distintas regiones del planeta, investigadores de toda índole (filósofos, sociólogos, psicólogos, científicos…) han ido avanzando por esta nueva senda, cada cual a su manera, pero todos en la misma dirección. Hasta ahora sus trabajos no habían sido confrontados. Es lo que empecé a hacer; reunirlos y luego completarlos para construir ‘un todo coherente’: el pensamiento integral.
¿Qué factores fundamentales deberíamos (re)introducir en nuestra forma de pensar y en nuestras actuaciones?
Cada uno de nosotros lleva en sí mismo promesas de posibilidades; no hay que maltratarlas, atrofiarlas o ahogarlas, porque son vitales. Las corrientes literarias y filosóficas tanto orientales como occidentales están impregnadas de esta búsqueda. Los cuestionamientos a que inducen han hecho avanzar, si no cambiar, la Historia. Debemos atrevernos a sacudirnos el modo de pensar dominante y ser capaces de aprender a pensar como aquellos personajes que dejaron una huella positiva en la Historia. El uso de los estados de expansión de la consciencia humana es otra etapa de la evolución de nuestro psiquismo, de nuestro ecosistema interno. Esto resultó cierto para mí hace treinta años. Aquel descubrimiento y la intensa experimentación que le siguió trastocó profundamente mi representación de la psique humana, hasta ese momento limitada a las concepciones más clásicas. Podemos añadir un nivel más a nuestra construcción interna, descubrir una profundidad insospechada tanto en los seres como en los acontecimientos del mundo, incluidos los que consideramos negativos.
¿Cómo se manejan aquellos que Ud. denomina “alquimistas del tiempo presente” y qué papel tienen como pioneros de un mundo mejor?
En tiempos de cambio siempre ha habido un reducido número de individuos que estaban, y están, suficientemente ‘provistos de herramientas’ para gestionar nuevos niveles de complejidad. Estaban y están dotados de una excepcional capacidad de adaptación al cambio. Parece como si hubieran nacido con un pie en el presente y el otro en el devenir. Esos ‘alquimistas del tiempo presente’ (también llamados ‘magos de la espiral’) revelan, a los ojos de todos, aquello que solo unos pocos perciben: que la adaptación no solo es posible, sino también deseable. “El ‘mago del tiempo presente’ actúa por el bien de todos. La vida de una empresa, de una escuela, de una comunidad, de una nación o de Gaia, el planeta vivo, le conciernen. Y a todo eso hay que añadir que tiene un marcado interés por la comprensión de todo lo que existe. Se podría decir de ese ser humano integral que es un cerebro derecho con sensibilidades sacadas del cerebro izquierdo, y que ofrece a la comunidad planetaria un cerebro global de equilibrio e integridad. Los ‘magos del tiempo presente’ actuales representan una nueva perspectiva de desarrollo de liderazgo y de influencia social que emerge de una única condición de vida característica de la década de 2010. Ese nuevo tipo de seres humanos se distinguen de los anteriores por su manera de pensar, de percibir las cosas y por lo que son capaces de realizar por el bien común. Podemos hacer todo lo que hacen. Para conseguirlo basta con que aprendamos a modificar nuestra manera de pensar; ¡basta que nos iniciemos en los rudimentos del pensamiento integral!
“Adentrarse en esa nueva visión del Universo permite comprender cómo cada civilización ha descifrado los secretos de la vida, de la muerte, del más allá, de la creación del mundo y del Universo, así como de la identidad misma del ser humano. Abrazar tan grandiosa visión significa olvidar las cualidades tan celebradas por nuestro pensamiento racional y científico: la velocidad, la razón, la lógica, la transparencia. Es necesario reencontrar las de los ‘magos de los tiempos antiguos’: la perseverancia, la lentitud, la picardía, la curiosidad, la flexibilidad, la improvisación, el soltar; cualidades todas ellas que los antiguos inculcaban a sus hijos mediante ritos y danzas ceremoniales.
7 CEREBROS, 10 INTELIGENCIAS
Ud. hace referencia, en su libro, a que tenemos un total de siete cerebros. ¿Cómo interactúan y cómo podemos usarlos en su máximo potencial?
Poseemos un cerebro central (el córtex cerebral) y un cerebro cardíaco. Pero resulta que no son las únicas zonas del cuerpo que contienen grupos de neuronas o de redes nerviosas muy densas. Nuestro cerebro se compone de dos hemisferios (derecho e izquierdo) separados por un cuerpo calloso. El cerebro izquierdo es más bien lógico, es la sede del pensamiento lineal, mientras que el cerebro derecho está más bien relacionado con la intuición, lo imaginario y el pensamiento global. Ambos hemisferios tienden a funcionar de manera no sincronizada, particularmente en las sociedades occidentales, que hacen hincapié en el pensamiento racional y la supremacía del hemisferio izquierdo. “Poseemos también un cerebro olfativo (el rinencéfalo), que desempeña un importante papel en el equilibrio. Allí se encuentra la sede del olfato. El rinencéfalo es una de las partes más primitivas de nuestro cerebro. El olfato es el único sentido cuyas informaciones no vuelven a ser tratadas o traducidas por el córtex cerebral, lo que explica el fuerte poder de evocación que tienen los olores (basta con el rastro de un perfume para que vuelvan a la superficie recuerdos que pensábamos olvidados). El olfato es también uno de los primeros sentidos activos en el recién nacido, e incluso en el feto. Pero con el paso de los años el rinencéfalo tiende a desprogramarse; incluso a veces a bloquearse completamente, tras un traumatismo emocional.
“Por su parte, el cerebro límbico (y en particular el núcleo caudado de las amígdalas) constituye la sede de nuestras emociones. Desempeña también un papel fundamental en nuestro equilibrio. Poseemos también un pequeño cerebro al nivel de nuestro plexo solar, donde se encuentra una densa red de terminaciones nerviosas. Ese cerebro ‘solar’ está vinculado con el diafragma, que resulta bloqueado a menudo por espasmos en personas muy estresadas.
“Nuestro sistema intestinal está dotado también de una pequeña red neuronal, a la que se le tienen que añadir las fascias, que son tejidos conjuntivos que envuelven los intestinos y que están en relación directa con nuestras manifestaciones emocionales.
“Finalmente podemos hablar de un cerebro epidérmico, ya que la piel tiene un impresionante número de terminaciones nerviosas (más de 700.000). Se trata de un verdadero órgano, complejo y dotado de numerosas funciones (táctiles, hormonales, sensoriales, de eliminación, de protección, de información…). Nuestra epidermis proviene del mismo pliegue embrionario que el cerebro y el sistema nervioso. Esos tres elementos, a lo largo de toda nuestra vida, conservan unas estrechas relaciones, lo que explica por qué las emociones se manifiestan tan rápidamente en nuestra piel. “Poseemos pues siete cerebros, siete centros cerebrales que funcionan más o menos en armonía. El corazón es el reloj biológico más importante; es el ‘maestro del ritmo’. Cuando el corazón se pone en coherencia, arrastra en su ritmo a los demás relojes biocorporales, o, dicho de otro modo, al conjunto de los seis cerebros restantes. Ese estado favorece las experiencias óptimas y una fluidez neuronal que permite una mejor toma de decisiones, así como una notable mejora de las condiciones de la existencia. Para facilitar la armonización y la puesta en coherencia de esos siete cerebros preparé un ejercicio específico, que resulta mucho más eficiente si se practica con el apoyo del sonido de coherencia neurocardiovascular.
¿Podría ahondar en la importancia y el papel del corazón?
Hace alrededor de unos treinta años, dos neurofisiólogos americanos, John y Beatrice Lacey, descubrieron la existencia de una red neuronal en el corazón. Vieron que había casi tantas neuronas en el corazón como en el subcórtex cerebral, lo que significaba que había un pequeño cerebro en el corazón. El corazón pensaba, memorizaba, reflexionaba y tomaba decisiones independientemente del cerebro.
“Su segundo descubrimiento fue le existencia de una señal, una especie de lenguaje, un ‘código morse’, que el corazón manda al cerebro. Este último, de hecho, obedece las instrucciones del corazón: no es el cerebro el que manda sino que es el corazón el que envía señales al neocórtex (el cerebro pensante), que las repercute a su vez al sistema nervioso central. Esas señales, llamadas ‘tasa de variabilidad cardíaca’, se registran bajo la forma de una curva sinusoidal. Cuando esta curva es homogénea y sus picos resultan más o menos regulares, el corazón funciona ‘en coherencia’. Sin embargo en la mayoría de los casos los gráficos revelan una gran irregularidad, unas amplitudes muy desiguales; la curva resultante dista mucho de ser plana. Entonces se habla de incoherencia neurocardiovascular. Esa incoherencia se transmite bajo la forma de señales dirigidas hacia nuestro cerebro, que las hace llegar a su vez a todos nuestros relojes biocorporales, lo que provoca efectos como angustia, estrés, trastornos del sueño, cefaleas, depresiones…
“El objetivo de las prácticas de coherencia cardíaca es regular la tasa de variabilidad cardíaca. Practicando la coherencia neurocardiovascular marcamos un ritmo coherente a nuestro corazón. El objetivo de esa práctica es pues conseguir provocar esta coherencia y mantenerla en cualquier situación. Con una práctica regular, el corazón tendrá una mayor facilidad para conservar esa coherencia.
“Se realizaron medidas en personas que practicaban la meditación. Resultó que el corazón efectivamente se ponía en coherencia durante la sesión, pero dejaba ese estado al finalizar la práctica. Parece que el mensaje impulsado por esas prácticas no era ni estable ni duradero, mientras que el mensaje generado mediante las técnicas de coherencia neurocardiovascular se asentaba duraderamente y participaba en la reprogramación de todo el sistema nervioso central.
“Empecé a desarrollar técnicas de respiración neurocardiovascular, acompañadas de visualizaciones. La práctica de la respiración neurocardiovascular es muy simple: Ud. se instala en un lugar tranquilo, cierra los ojos y va respirando profundamente durante un minuto o dos. A continuación, dirige su atención hacia su corazón e imagina (con imágenes o simplemente con el pensamiento) que está respirando a través ese órgano, que el aire entra y sale de su pecho a través de su corazón. Al cabo de unos pocos minutos experimentará en el pecho una sensación particular (algunos sienten calor, otros una expansión, otros alegría o bienestar…). Eso significa que su corazón ha entrado en coherencia. Cuando se practica con regularidad la coherencia neurocardiovascular, el corazón ‘lucha’ para mantener una tasa de variabilidad estable y mantenerse en coherencia.
“Con esas prácticas se consiguen importantes modificaciones neuronales; pero hay un problema: cuando una persona se encuentra en profunda depresión nerviosa o en un estado de gran agresividad o pánico no resulta nada fácil conseguir que genere sentimientos de amor o autoestima. Por ello, como físico, conseguí crear un sonido al que llamé Cardiosmosis. Es un sonido a partir del que emiten los cuencos Batra, modificado por ordenador para afinar su eficacia, que hace que el corazón vuelva a encontrar de manera muy rápida su coherencia. Cardiosmosis puede servir de apoyo a cualquier ejercicio de coherencia neurocardiovascular.
“En el ámbito terapéutico, ese trabajo puede resultar muy potente. Voy a ilustrarlo con algunos ejemplos. Un amigo mío me llamó un día para decirme que tenía un cáncer de próstata en una fase bastante adelantada. El tumor pesaba 115 g y tenía 37 en su PSA (marcador prostático cuyo promedio normal es 5). Se me ocurrió hacerle imaginar un velo de luz que representara un campo cardioelectromagnético coherente, que dirigiría luego hacia su próstata para luego ‘respirar’ esa luz coherente a través de ella. Las pruebas mostraron una disminución del tumor prostático, que pasó de 115 g a 37 g, y su PSA bajó de 27 a 7. También recibí a una persona que sufría de fibromialgia. La hice trabajar en la coherencia neurocardiovascular; me llamó dos días más tarde para explicarme que todo había vuelto a la normalidad. Dos meses más tarde volvía a esquiar.
“A medida que avanzaba nuestro trabajo, nos dimos cuenta de que se manifestaba en las personas un estado peculiar que podíamos calificar de fluidez neuronal; pensaban y analizaban con mayor rapidez. Este fenómeno es bien conocido en el mundo del deporte de alto nivel; se llama ‘el estado de zona’ y también ‘el segundo soplo’. Junto con mi esposa leímos entrevistas al futbolista Zidane, al célebre golfista Tigger Woods, al tenista Roger Federer… Todas esas personas tenían algo en común: era como si todos sus excepcionales logros estuvieran vinculados a un estado de consciencia en el seno del cual conseguían, sin esfuerzo, hacer que todas sus cualidades físicas y mentales convergieran en un solo flujo. En ese estado sentían el gozo de una libertad absoluta. Nos preguntamos si se podía crear ese estado de fluidez neuronal integral y vimos que sí; de hecho hemos conseguido transferir ese concepto a otros campos: el industrial, el comercial, el terapéutico, el de la gestión… gracias a tener en cuenta un nuevo dato, al que llamé ‘la Dimensión Fuente’ o ‘el ecosistema interno’.
¿Qué nos puede decir de los más de diez niveles de inteligencia que se han establecido? ¿Cómo debemos tenerlos en cuenta y desarrollarlos?
Al principio de la década de los 80, Howard Gardner1, profesor de la Universidad de Harvard, introdujo una nueva manera de entender la inteligencia de los niños en situación de fracaso escolar, teniendo en cuenta las diferentes facetas de sus facultades
intelectuales. En los años 1990, el psicólogo americano Daniel Goleman continuó las investigaciones de Gardner y fue el primero en hablar de inteligencia emocional. Puso de manifiesto el hecho de que algunos individuos, a pesar de estar muy bien dotados intelectualmente, no conseguían tantos logros en sus vidas, tanto en el ámbito profesional como en el personal, como otras personas menos agraciadas en el plano del intelecto pero que se sentían más cómodas con sus emociones. Hoy en día se han determinado más de diez formas de inteligencia, de igual valor. He aquí las principales:
“La inteligencia visual y espacial es la capacidad de percibir el entorno de modo certero y de orientarse con facilidad. Es la inteligencia del arquitecto o del diseñador de jardines.
“La inteligencia corporal o kinestésica es la capacidad de usar el cuerpo con habilidad y precisión, tanto para llevar a cabo una acción como para expresar emociones y sentimientos. Es la inteligencia del gimnasta o del bailarín.
“La inteligencia intrapersonal es la capacidad de conocerse y de forjar una identidad propia. Intuitiva y espontánea, permite descifrar las propias emociones e identificar los propios deseos.
“La inteligencia interpersonal es la capacidad de comprender la motivación y los sentimientos de los demás. Permite aceptar diferencias de caracteres, de comportamientos y de temperamentos. Es la inteligencia del redactor jefe o del director de escena. “La inteligencia musical o rítmica es la capacidad de penetrar los ritmos y las formas musicales. Permite producir músicas, apreciarlas, reconocerlas y comprenderlas. Es la inteligencia del compositor o del intérprete.
“La inteligencia verbal y lingüística es la que permite usar de manera acertada las palabras y el lenguaje. Permite a la vez comprender y expresar pensamientos complejos con rigor y precisión. Es la inteligencia del poeta y del escritor. “La inteligencia lógica y matemática permite analizar informaciones, comprender datos abstractos y establecer relaciones de causa y efecto. Es la inteligencia del matemático, y también la del contable.
“La inteligencia ecológica y naturalista es la capacidad de percibir, comprender, analizar e interpretar los fenómenos naturales de nuestro entorno. Es la inteligencia del ecologista o del botánico.
“La inteligencia emocional es la capacidad de sentir, comprender y gestionar las emociones, tanto las propias como las de los demás. Permite una mejor comunicación y adaptación y un mayor respeto tanto hacia uno mismo como hacia los demás.
“La inteligencia existencial y espiritual es la capacidad de hacerse preguntas sobre el origen de las cosas y de pensar nuestro destino. Permite captar tanto lo infinitamente pequeño como lo infinitamente grande, y abrir la puerta a fenómenos que escapan a nuestra percepción sensorial clásica.
“Todas esas formas de inteligencia existen en cada uno de nosotros, pero no tenemos consciencia de ello. Cada uno posee una o dos inteligencias dominantes que aplastan a menudo a las otras, en un cóctel único, cuyas proporciones son absolutamente individuales y específicas.
“Para adentrarse en el pensamiento integral es preciso intentar ampliar el campo de nuestras inteligencias. Esto no significa en absoluto que tengamos que poseerlas todas en las mismas proporciones, pero es necesario desarrollar una visión justa de uno mismo y de sus inteligencias. Una vez dibujado este ‘mapa de las inteligencias’, podrá planificar su desarrollo en función de sus carencias. Cada vez que se enfrente con una dificultad o con un desequilibrio, podrá desarrollar de manera progresiva los niveles de inteligencia que le faltan. De esta manera ganará en fluidez tanto en sus comportamientos como en sus modos de pensar, y se adaptará con mayor rapidez a las diferentes situaciones. Su pensamiento ganará en complejidad; podrá equilibrar más fácilmente su bagaje y armonizar el funcionamiento de los diferentes componentes de su personalidad.
¿Algún mensaje final para los lectores?
El abismo entre la visión cartesiana clásica y las promesas del pensamiento integral es aún importante, pero esa distancia se está acortando muy rápidamente en todo el mundo. Es como si la potencia y la pertinencia del enfoque integral estuvieran situadas en el umbral mismo de nuestra consciencia, dispuestas a expresarse para el bien de nuestro mundo y los problemas existentes. Varios teóricos han entendido que no existe un futuro, al igual que no hay un solo nivel de consciencia, sino una situación hecha de múltiples futuros o de múltiples realidades. Tenemos que estar preparados para conducir a nuestros seres queridos, nuestras empresas y nuestras naciones hacia el siguiente nivel de desarrollo.
Entrevista a Patrick Drouot. Por Francesc Prims
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