En pocas décadas el mundo ha cambiado visiblemente. Ahora todo está lleno de circuitos, redes y sistemas más o menos integrados. Si desmontas cualquier cosa con más de un componente te encontrarás con un chip, un conmutador o una placa madre, de la misma manera que detrás de una tienducha o de una gasolinera puedes encontrar un sistema jerárquico de ventas o una multinacional.
Al igual que los chips residen en las entrañas de los aparatos porque funcionan mejor en las interioridades, las multinacionales también funcionan mejor en los intersticios de las sociedades. Lo interesante de los Sistemas es que no se pueden ver a simple vista, son invisibles. A veces, lo único que vemos es un logotipo aséptico pero detrás – siempre hay un detrás– existen sociedades secretas que pueden traficar con mercancías sospechosas y facturar con dinero blanco lo que previamente se ha gestionado con capitales clandestinos, por poner un ejemplo. Nada es lo que parece.
Nosotros, los de a pie, sabemos de esa invisibilidad, pero no nos importa. Es como el que tiene enchufes en su casa, no le gusta ver el cableado a flor de piel y decide hacer una regata en el hormigón para enterrarlos de por vida. En este sentido somos lo suficientemente inteligentes para saber que cuando enchufamos el secador de pelo, el enchufe está conectado a la central eléctrica (térmica o nuclear, claro), el teléfono a la central de telecomunicaciones y la tele a la emisora, y así con todo.
La mística de los sistemas quisiera reproducir la vida donde todo está estrechamente interrelacionado y todo se apoya mutuamente para estar en mejores condiciones para la sobrevivencia… pero vayamos al grano. Si detrás de una marca de refrescos se esconde una de las mayores multinacionales del mundo con la mayor flota de camiones (¡lo que hace la sed, no?), y detrás de un programa de reality show se entreve una ideología que atonta a diestro y siniestro (¿cuántas cosas tiene el poder que ocultar?), ¿qué no se esconderá detrás de un yogurt o de un coche?
La respuesta es clara, el Sistema. Hay que decir de entrada, no vayamos a caer en maniqueismos pueriles, que el Sistema no lo ha creado ningún cerebro vivo pues es justo lo contrario, éste ha creado a los cerebros que programan y a los tipejos que ejecutan un software básico. El Sistema se autorregula a través de sus piezas y evoluciona junto con sus desechos. No, no me lo he inventado yo, vayan a ver a Matrix.
Cuando ves un anuncio de coches, como me pasó a mí, ves un estilo de vida, gente guapa, paisajes impresionantes, y… una oferta, la oferta del mes que puedes pagar en cómodos plazos. Si aterrizas en una concesionaria sólo ves un impecable coche girando lentamente en un escenario iluminado con las puertas abiertas para que pruebes su confort. Te muestran las prestaciones y los airbags, el maletero ampliable y la dirección asistida, pero te ocultan el Sistema. Te lo ocultan porque nosotros mismos en nuestro inconsciente lo habíamos pedido (¿no decíamos que ocultábamos el cableado?). De hecho cuando vas a una concesionaria de automóviles ya vas vendido, es decir, ya estás dispuesto a comprar una imagen nueva de ti remozada con más poder, tecnología y prestigio. De hecho los vendedores no batallan por venderte un coche sino por incluirte el climatizador o el sistema descapotable, el resto es pan comido.
El sistema no es perfecto, lo sabíamos ya que sufre de una contradicción a veces irresoluble. El corazón del Sistema es frío pero se camufla para ser más efectivo de candor, sonrisa y humanidad, ¿no lo ha notado usted cuando entra en un banco a depositar dinero? Lo vemos también en la informática que es tan inhóspita como la combinación binaria de ceros y unos, aunque los programas suelen revestirse con iconos, musiquitas y colores. La ilusión desaparece cuando el programa informático se bloquea o cuando no tienes aval para pedir un crédito.
El Sistema se tambalea un poco al querer mostrar un sentir y una preocupación por el interesado cuando en realidad hay un alma que suma y resta operaciones y logística. Al querer imitar la vida el Sistema sigue comportamientos cíclicos y hasta erráticos. Normalmente permanece oculto pero hay situaciones que desmontan las tapaderas al igual que cuando uno hace un agujero en la pared para poner un cuadro y perfora una cañería. Mala suerte.
Por poner un ejemplo, cuando circulas con tu coche seminuevo o casiviejo y estás a bien con el Sistema porque no has traspasado ninguna cláusula de letra pequeña entonces todo fluye como una seda: pagas el impuesto de circulación por banco, dejas el coche al mecánico para el mantenimiento y pagas alguna multa de vez en cuando. No te das cuenta de la dependencia del Sistema, vives la normalidad amable y confortable que rezuma todo Sistema más o menos inteligente. Pero cuando tienes un pequeño accidente y tu seguro no te lo cubre entonces ves la cara verdadera del todopoderoso. Al igual que la luz del sol no puede verse de frente porque deslumbra, la cara del Sistema no puede verse directamente porque es terrorífica y te puede cegar. Los medievales decían algo así de Dios.
Por poner un ejemplo sacado de la vida real: mi coche tenía cinco años de vida, su precio nuevo en la actualidad sería de unos 7000 € aproximadamente. El arreglo de un golpe lateral sin entrar en detalles de precio hora mecánico, ni precio de los recambios, se remontaba a unos 3000 € aproximadamente (¡sin pillarse las manos, decía el tipo!), o sea casi la mitad del valor de uno nuevo. Hice mis cábalas. Si lo arreglaba era una mala inversión, si lo arreglaba y lo vendía después mucho peor porque el coche de cinco años y en el mercado sólo daban por él 2000 € (y hubiera perdido el coche y 1000€ más). Así que decidí no arreglarlo.
El chatarrero, muy generoso sólo me daba 90€, cuando le dije qué miseria era esa, me dijo que: hoy para morir hay que pagar. También los chatarreros además de ser piratas tienen algo de filósofos. Por fin un taller al que acudí para sacarme el bulto de encima me daba 300€. Tal como se estaba poniendo la cosa, y no queriendo perder más que un coche pero no todo un riñón dije: no se hable más. El del taller, después de pagarme a mí, al gestor, los permisos, la ITV, al mecánico, las piezas, aún lo podía vender precio mercado y ganarse un suelo. ¿Dónde está la trampa?
No hay trampa, es el Sistema. Éste te cobra el máximo cuando no tienes escapatoria, te vende algo relativamente barato pero con servicios hipercaros, te vende civilización y de golpe te encuentras en plena selva. Por seguir con el ejemplo real, los del taller presentaron (sin mi consentimiento) los papeles en Circulación para circular con mi nombre (en un coche que ya no era mío) por ahorrarse unos euros aún a costa de joderme si había algún problema.
No les quiero aburrir. El Sistema como el que les he contado arriba funciona a la perfección porque la automoción lleva muchas décadas funcionando, no así los servicios de banda ancha de telecomunicaciones que en total llevan dos días como el que dice. Cuando contraté los servicios de adsl en Retevisión me vendieron un pack autoinstalable Eresmás, pero aquel se transmutó en Auna aunque las facturas me llegan de Wanadoo, un lío porque ahora no sé bien bien a quién echarle las culpas. Aunque me acuerdo de lo que decía mi abuela que los de arriba son siempre los mismos.
Se los cuento porque es un caso ejemplar de los que abundan a cientos diariamente. El pack que contraté debía llegar a las tres semanas. Cuando llegó ansiado el paquete resultó que era un módem en vez de un router que era lo que había contratado según mi sistema. Tras la queja, me enviaron otro pack. Cuando llegó el mensajero se llevó el módem inadecuado pero adivinen… me trajo otro módem idéntico. Puse el grito en el cielo pero la operadora me dijo que había sido un error informático. Después de la furia pensé que el Sistema muestra a veces su cara más alienada. El carácter repetitivo, automático y robotizado del Sistema es notable, muestra de que el pensamiento único circula por sus venas, y a falta de verdadera organicidad sólo hay rentabilidad o eficacia.
Continuo. Las diferentes operadoras y operadores que me encontré en mi furia antisistema tenían las mismas respuestas automáticas. En realidad nadie pensaba porque el sistema dice a sus esbirros “no te pago para pensar, ejecuta las órdenes”. Decían: “no tenemos conexión con otros departamentos”; “no le podemos pasar con ningún responsable”; “no se preocupe todo está registrado en esta incidencia”, “gracias señor Peragón por mantenerse a la espera”, y cosas tan descafeinadas como éstas.
El router no llegó hasta varios meses después. Lo único que llegó a tiempo fue la factura. Me costó sudores hacerles entender una cosa de niños y es que no podía pagar un servicio al cual no me había conectado, ¿cómo voy a pagar un pack que no he recibido todavía? Otra cosa fue que el pack venía sin la suficiente información para configurar el router y tuvo que venir el técnico al módico precio de 70 € por teclear cuatro dígitos. Al final me pude conectar y el Sistema se volvió plácido e invisible como cualquier sistema funcional. Al cabo de sólo seis meses el router se fundió (¿mala calidad?) y todavía no me han enviado uno nuevo, pero ya no me importa porque a fuerza de bregar con el monstruo uno se hace fuerte.
Como ahora no tengo coche ni adsl para navegar tengo tiempo para pensar y para sacar mis conclusiones. La naturaleza del Sistema es invisible, salvo en inevitables casos para que no veas los hilos de la dependencia ya que tú no quieres sentirte como una marioneta. El Sistema te vende un ego fuerte, autónomo y poderoso pero sólo en apariencia porque quiere tu debilidad para seguir influyéndote. El Sistema es seductor para incitarte a probar pues la naturaleza humana es adictiva hasta grados patológicos. El Sistema refuerza la frustración porque la insatisfacción es una buena fuente de consumo.
Aunque parezca mentira el Sistema no piensa porque todo pensamiento es complejo pero sí que procesa. La ideología del Sistema es estrictamente una estrategia de dominación, por eso decimos que no tiene alma. Cuando el Sistema se encalla se vuelve disfuncional, repetitivo y automático y pelearte con él es síntoma de debilidad o neurosis. Cuando el Sistema te ha mordido tienes dos posibilidades, o tirar enfurruñado y desgarrarte o aguantar sin resistencia. Esto último es lo que le enfurece más, pero es lo más liberador.
Así que esto último es lo que estoy probando, cuando quise comprarme un coche nuevo hice números y vi que resultaba más económico coger cada día un taxi, más sano ir a pie, más seguro ir en metro. Puedes leer en el tren, observar las caras de la gente en el autobús, ir a la playa en bici. Claro que también tienen su contrapartida de agobios e incomodidades, pero éstas se soportan mejor cuando no tienes que aparcar, al menos en una ciudad grande.
La verdad es que no quería soltarles ningún rollo anticonsumo, sólo quería darles un consejo. Si pasado mañana llaman a su casa y la concesionaria le regala un coche nuevo y totalmente automático, no se lo queden, por Dios, porque no les dirán la millonada que costará cambiar la primera bombilla que se funda.
Julián Peragón