En el principio de los principios cuando el Verbo aún no era carne y la palabra sagrada Om no había sido pronunciada existían, no uno, sino dos dioses, dos omnipresentes y omnipotentes dioses. Dos dioses tan iguales que parecían ser uno sólo, hechos de la la misma materia, ( ¡perdón!, del mismo espíritu), partícipes de la misma consciencia, sabedores de lo mismo, llenando la totalidad por igual, con idéntica grandeza como dos aires pretendiendo abarcar un mismo espacio.
Si se miraban a los ojos en realidad se estaban viendo a sí mismos, si, por contra, se daban la espalda, la paradoja de la infinitud los ponía nuevamente frente a frente. Cuando uno le hablaba al otro, a éste le resonaba dentro, tan dentro que no sabía quién había sido el orador. Así flotaban en una eternidad sin límites gozando de un espíritu perfectamente fiel a sí mismo y, como consecuencia, al otro. No había por entonces nada. Y es posible que estuvieran aburridos de tanta Nada, o que estuvieran cansados de la otredad que en el fondo era mismedad, o que su coeficiente de entropía llegara a un límite peligroso. No lo sabemos. Lo cierto es que inventaron un juego, un juego de dioses el cual todavía se está jugando.
Uno de los dos empezó caprichosamente el juego y dijo Tiempo, al tiempo que saboreaba la nueva dimensión. Y además quiso fraccionarlo para que el juego creativo tuviera fases y procesos, desarrollo y evolución. Eso, Evolución para mitigar la redonda eternidad inefable, y quedó medianamente satisfecho. El otro dios separó las manos y produjo el Espacio, espacio limitado para alejarse de la esterilidad de la infinitud, espacio donde puedan suceder las cosas, los eventos, las futuras realidades. Y el dios se sintió sublime en su primer pase creativo.
Orgullosos de su invento, los dos dioses dividieron el espacio que era infinito en derecha e izquierda y se reconfortaron con sus dos mitades que todavía seguían siendo idénticas e infinitas. También señalaron arriba y abajo, delante, detrás, los puntos cardinales y mil abstracciones más. Apenas había empezado el juego.
Como el tiempo creado era eterno, el primer dios dijo Pasado y el otro, en una hábil jugada para desmarcarse, dijo Futuro, dándose cuenta enseguida que ambos eran igualmente eternos con el inconveniente de que lo pasado en la gran rueda eterna retornaba (aunque camuflado) insistentemente, y lo futuro se convertía imparablemente en pasado. Y es que el juego tenía sus laberintos, y sus controversias que ni ellos mismos podían adivinar. Fue el primer momento en el que ambos cayeron en la trampa del Presente donde Pasado y Futuro se funden en el Instante, y cada momento se vuelve centro de la eternidad.
Tras una gran pausa de desorientación, el dios diestro que tenía la potestad del Arriba cambió el juego y dijo Cielo, y como el otro permaneció inalterado, lo quiso adornar de truenos, nubes blancas y pájaros. El otro dios entendió la estrategia de la jugada y entonces susurró Tierra, y para no ser menos, dijo montañas, ríos y árboles. Pero enseguida se dieron cuenta que las nubes formaban ríos, y los pájaros anidaban en los árboles. Árboles nacidos como oraciones que hace la Tierra al Cielo.
Ya enzarzados en el sorprendente juego, el primer dios quiso deslumbrar a su homólogo y dijo Día. Desparramó luz solar que se filtraba a través de las nubes y hacía cantar a los pájaros. Por contra, el dios siniestro pensó en la Noche y abrió un terciopelo negro de estrellas y lunas. Uno dijo Alba, y el otro Crepúsculo. Aquel Lluvia y Arcoiris y éste Rocio y Frescor de la Mañana sin darse cuenta que éstos eran fenómenos una misma agua.
Como quiera que viera el dios infinito que la lluvia era fecundante de la tierra que la hacía germinar, se enfadó con su alteridad y dijo solemnemente Muerte. Y los ríos se secaron, y los árboles se pudrieron, y el sol se eclipsó, pero con el tiempo la madera se hizo tierra y las nieves se deshicieron, la luz volvió a renacer. El otro dios no tuvo más remedio que reconocer la Vida, y dijo también Tallo, Hoja, Capullo, Flor y Semilla. Entonces vino el Invierno y los fríos pero el otro dios jugó con la Primavera y los calores.
El juego estaba muy empatado.Uno se jactaba de la omnipotencia del espíritu, el otro de la fecundidad de la materia.
Fue entonces cuando un brazo del laberinto del juego los llevó a los dos al mismo Ser, Y lo miraron desde arriba y desde abajo, desde fuera y desde dentro, y mientras uno vio un Cuerpo amasado de carne, sangre y vísceras, el otro vio un Alma habitada de esencias y aliento. Uno sintió al Ser en su necesaria gravedad cuando el otro vio su inherente levedad.
La nueva situación le llevó a uno a decir Hombre, o tal vez fue el otro que sumido en el misterio dijo primeramente Mujer. En el fragor del juego se intercambiaron la Fuerza y la Sensibilidad, la Acción y la Escucha, la Destreza y la Ternura salpicando a ambas criaturas con desigualdades virtudes. Uno quiso obsesivamente toda la Razón para sí, mientras el otro pretendía cándidamente todo el Sentimiento.
Los dos dioses idénticos no se ponían de acuerdo. Quisieron dar a sus criaturas los máximos poderes para que la balanza del juego se decantara a su favor, y a uno se le otorgó la habilidad en las técnicas de caza y su juego fue de conquista, cuando no de muerte. La otra supo instintivamente el arte de la siembra, de la cosecha, y concibió en su interior germen, latido. Esperanza de vida.
Pero la arrogancia de los dioses quiso que los enfrentaran al Hombre y a la Mujer como reflejos de sus sueños, como piezas de su lucha eterna, como anzuelos de su anhelo de diferenciación.
Y los mostraron frente a frente, desnudos, vulnerables. Uno de los dioses dijo intrascendentemente Pene, señalando la pequeña diferencia que colgaba entre las piernas y hubo sorprendentemente erección. El otro señaló los pliegues que se metían dentro del cuerpo y dijo Vagina y se produjeron humedades y sofocos. Desconcertados los dioses ante esas reacciones desconocidas frenaron el temible contacto con Distancia e Indiferencia pero éstas se convirtieron en Curiosidad e Intriga. Cuanto más control ponían más Fuego interno y más Deseo. Se vivieron el halago y la seducción, la galantería y la conquista. Cayeron en la Tentación.
Aquel cuerpo y éste aliento, esa piel y aquella alma. A los dos se les escapó el Beso. Cuatro esponjosidades lamiendose. El beso fusionó el Tiempo, el abrazo conjugó el Espacio, el coito disolvió Dentro y Fuera. Sus cuerpos giraron Arriba y Abajo.
Los ríos se volvieron silenciosos, los bosques durmieron a los pájaros, la aurora se vistió de gala. Hubo pasión y arrebato, promesas, y hechizos.
Simultáneamente Hombre y Mujer también jugaron y nombraron Caricia, Posesión, Éxtasis todavía arrobados por el encuentro. Uno dijo placer doloroso, el otro dolor placentero. Uno dijo Siempre, el otro Ahora. Uno Conquista, el otro Encuentro. También nombraron Risa y Llanto. Si, no, tal vez, cuándo, más, adónde, por qué…
¿No será el Amor un juego imperfecto de dioses que nunca quisieron ser idénticos?.